por Mario Roberto Morales
No creo que antes en la historia haya surgido una generación de jóvenes que rechazaran el conocimiento y elevaran a valor identitario la ignorancia. Es el dolor de cabeza de los maestros en todo el mundo, desde Estados Unidos y América Latina hasta Europa y Asia. Los jóvenes no pueden leer, les cuesta concentrarse más de cinco minutos en cualquier lectura y más les cuesta entender lo que leen, no digamos relacionarlo con lo que corresponde para sacar conclusiones. En suma, sufren una atrofia de la memoria y de la capacidad de análisis y síntesis: un genuino analfabetismo funcional.
Esta merma en la capacidad analítica de millones de jóvenes en el mundo es resultado de un intencionado intelicidio perpetrado por el sistema educativo y financiado por las corporaciones transnacionales que promueven "teorías" pedagógicas y prácticas didácticas como la de "aprender jugando", "estudiar divirtiéndose", "tecnología en el aula" y otras cuya finalidad es crear adictos al consumismo hedonista de imágenes light. Todas estas técnicas tienen un denominador común: la sustitución de la cultura letrada por la audiovisual, en vez de utilizar ésta como apoyo y complemento de la primera.
La descodificación de los elementos audiovisuales se realiza después de que han impactado nuestro cerebro, mientras que los letrados requieren su desciframiento antes de impactarnos emocionalmente. Esto implica un esfuerzo cerebral que los mensajes audiovisuales no requieren y por eso los jóvenes prefieren ver películas a leer libros. El resultado es no sólo la mencionada merma en la capacidad de memorización, análisis y síntesis, sino también el tartamudeo, la interjección y la gestualidad como sustitutas de una expresión verbal empobrecida hasta la mudez.
Pero la mutilación del idioma procede no sólo de su ejercicio torpe por parte de conglomerados incapaces de manejar los códigos letrados que son el cimiento de la civilización occidental, sino también de la divulgación masiva que los medios audiovisuales realizan de pésimas traducciones del inglés, como la absurda: "aplican restricciones" y otras igualmente repulsivas que podrían no causar daño si fueran consumidas por un televidente ducho en el manejo de los códigos letrados y con una mediana cultura general. Pero como caen sobre la mente de individuos que viven en una oralidad y una gestualidad casi prelingüísticas, el efecto que tienen sobre el idioma es corruptivo y destructor.
Creo por ello que la labor de las Academias de la Lengua correspondientes de la Real Academia Española, en cuanto a la defensa y el cuidado del idioma, no puede ya circunscribirse a la dimensión meramente lingüística del mismo, sino que debe ampliarse a una defensa de la cultura letrada, lo cual incluye un replanteo de la enseñanza del idioma y de la literatura, así como de la historia de la lengua, a fin de que los estudiantes comprendan la importancia y la necesidad del manejo fluido de los códigos letrados. Todo esto hace necesario ir hacia atrás en la historia y enarbolar de nuevo los valores de la Ilustración, de manera parecida a como los intelectuales del Renacimiento fueron hacia atrás para rescatar la cultura grecolatina.
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